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Detalle Archivo


ARCHIVO NACIONAL MONTE DE PIEDAD DE MÉXICO

EAG

Área de Identificación

Identificador: MX. 9015. NMP

Forma(s) autorizada(s) del nombre: ARCHIVO NACIONAL MONTE DE PIEDAD DE MÉXICO

Forma(s) paralela(s) del nombre:

Tipo de Institución que conserva los fondos de archivo:

Titularidad: Archivos de titularidad privada

Categoría:

  • Archivos Empresariales

Subcategoría:

  • Archivos Bancarios

Gestión: Institución Privada

Ciclo Vital:

  • Archivo Histórico
  • Archivo Central

Área de Contacto

Localización y direcciones:

Area geográfica: Iberoamérica

País: México

CC.AA./1ª División: Distrito Federal de México

Provincia/2ª División:

Municipio: CUAUHTEMOC (D-F)

Núcleo de Población menor:

Dirección: Monte de Piedad número 7 06000

Latitud:

Longitud:

Forma de Acceso:

Parking Público:

Teléfono, fax, correo electrónico:

Teléfono:

  • 52781800
  • 361
  • 670

Fax:

  • 361
  • 52781700

Correo electrónico:

Página Web:

Persona de contacto:

Director:

  • Apellidos: Moreno Velázquez
  • Nombre: Guillermina
  • Cargo: Responsable Archivo General y Oficialía de Partes
  • Fecha de Nombramiento:

Informante:

  • Apellidos: Moreno
  • Nombre: Guillermina
  • Cargo: Encargada de Archivo General y Oficialía de Partes
  • Fecha de Cumplimentación: 2005-08-12

Área de Descripción

Historia de la institución que custodia los fondos de archivo:

La historia del Archivo está estrechamente ligada a la institución, el Nacional Monte de Piedad y sus diferentes transformaciones ocurridas durante la Colonia y todo el México independiente. Existen en el Archivo documentos de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX; la mayor parte se concentra en los dos últimos siglos, y de manera aislada corresponde a los siglos anteriores.
El fundador del Monte de Piedad, el conde de Regla, Pedro Romero de Terreros, era un hombre muy complejo, que podría ser amado y a la vez odiado. Ambicioso, hambriento de poder y de gran fortaleza mental, no temía tomar decisiones. Se metía a las minas a conocer el avance de los trabajos y creía firmemente estar beneficiando a la región donde se encontraban. Con el contubernio de autoridades civiles y eclesiásticas logró superar los tiempos de crisis y motines, y salvó la vida cuando fue atacado por una lluvia de piedras lanzada por los trabajadores descontentos de la mina que habían organizado una huelga. No perdía oportunidad para extraer hasta la última gota del esfuerzo de sus trabajadores, incluso poniendo en riesgo todo un sistema social que había permanecido por muchos años. Su ambición lo cegaba y era un patrón déspota. Si algunos poderosos mineros (como José de la Borda y el conde de la Valenciana) pasaron a la posteridad por haber construido magníficas iglesias, en cambio, el más rico de ellos, el conde de Regla, nunca construyó ninguna obra de este tipo, sino que hizo contribuciones más discretas para la difusión de la fe católica en sus dominios. Sin embargo, en la otrora capital del virreinato, existen testimonios vivos sobre este personaje, en particular de sus preocupaciones por ayudar a la gente de pocos recursos, especialmente a través del Monte de Piedad, fundado por Romero de Terreros en 1775 (Zárate, 2005, 631-634). El conde de Regla pensaba que el destinar buena parte de su fortuna para la creación de este ¿Banco de Misericordia¿, obtendría a cambio, significativos ¿bonos¿ para la salvación de su alma, pues la obra en sí misma era considerada una alabanza a Dios (Baltasar, 1999: 184). Su importancia ha sido tanta que en la década de 1880, la imagen de su creador quedó plasmada en unos billetes de cien y mil pesos emitidos por el Nacional Monte de Piedad. Aunque nunca estuvieron en circulación y ahora son piezas de coleccionista, son muestra palpable de que su persona era recordada con aprecio. Existen otros documentos de amplia circulación donde se mantiene viva su memoria. Los miles de necesitados que acuden al mostrador de 'empeño' en dicha institución reciben, a cambio de sus prendas, una boleta con el retrato del fundador y benefactor original. Su papel de filántropo también se conserva en la memoria colectiva en una calle de la ciudad de México, en la colonia Narvarte, cuya nomenclatura está dedicada a los benefactores (Zárate, 2005:632).
El encargado de cuidar los detalles y poner en marcha al Monte de Piedad en la Nueva España fue el virrey Antonio María de Bucareli. La real cédula de 2 de junio de 1774 indicaba con claridad que la fundación tenía absoluta prioridad en su obediencia y fue tomada al pie de la letra por el virrey; así que el funcionario procedió a formar la junta de ministros y personas que, con asistencia del fiscal real y de Miguel Páez de la Cadena, y con la opinión del conde de Regla sobre su intención y voluntad particular para fundar la obra, acordaron su establecimiento y la formación de reglas provisionales. Luego que Miguel Páez llegó a la capital y presentó los documentos respectivos, el virrey nombró como vocales de la junta al decano de la Real Audiencia, al provisor y vicario general del Arzobispado, al corregidor de la capital y prior del consulado, y también dispuso que asistiera el fiscal real, el conde de Regla y el citado Páez. Realizaron ocho juntas en los que se acordó destinar a la institución parte del Colegio de San Pedro y San Pablo (había pertenecido a los recién expulsados jesuitas), porque tenía suficiente capacidad para albergar oficinas y viviendas de los empleados. Con el nombre de Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas de México fue inaugurado el 25 de febrero de 1775. El virrey Bucareli, acompañado de las principales autoridades, se trasladó a la capilla de la Purísima, donde se cantó un Tedeum y una misa solemne. Acabada la celebración religiosa pasó a reconocer las oficinas y observó cómo se admitían los primeros empeños de alhajas, conforme a lo dispuesto en las reglas e instrucciones (Calvillo, 2005: 156-158).
Miguel Páez formó los estatutos y reglas para el establecimiento del Monte de Piedad y posteriormente la junta los adaptó a las circunstancias del país. El virrey no dejó de notar que para evitar futuras complicaciones, convenía dejar un margen de maniobra para volver a modificar los estatutos, conforme la experiencia cotidiana. Los estudios constaban de 22 capítulos; en ellos se definía con énfasis que la institución no perseguía lucro o remuneración alguna, y que su fomento dependería de la limosna que voluntariamente dieran los beneficiados. La nueva institución podría admitir como fondos y donaciones: testamentos, escrituras, vales, certificaciones u otros instrumentos de crédito (de la Real Hacienda, de particulares o de propiedad) que hubieran recaído en el derecho de los que quisieran cederlos al monte; también admitían limosnas extraordinarias que se le dieran sin que constara testamento u otro documento. Las funciones directivas se depositaban en una Junta Permanente compuesta, en calidad de vocales, por el virrey de la Nueva España, el vicepatronato, y representando la autoridad real, el oidor decano o ministro de la Real Audiencia, que eligiere el mismo virrey; el provisor y vicario, con representación del arzobispado; el corregidor de México; un canónigo o dignidad de la Catedral, y el prior del consulado. Sería igualmente vocal Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, promotor y dotador de la fundación (Calvillo, 2005: 160).
La lucha por la independencia no fue un acontecimiento ajeno al Monte de Piedad. Durante este tiempo se plegó a las decisiones de la Corona, reconociéndola como máxima autoridad. El 3 de julio de 1819, la Junta informó que por orden real y virreinal, el Monte tenía que regresar el Colegio de San Pedro y San Pablo, ya que la Compañía de Jesús había sido restaurada por Fernando VII desde 1816. En 1821 abandonó el colegio y ocupó el Convento de Santa Brígida. A pesar de los conflictos y dificultades que el Monte enfrentó durante la lucha de Independencia y los años posteriores a ella, logró salir adelante bajo la dirección de Antonio Manuel Couto, ya que su administración procuró poner en práctica los acuerdos tomados en la Junta General de mayo de 1815 (Baltasar, 1999: 142, 159).
En el periodo de 1775-1815, el Monte enfrentó graves y continuas crisis de recursos, así como los más escandalosos desfalcos. Existen fechas clave para el periodo señalado. En las dos primeras: 1782 y 1810, a raíz de los desfalcos y quiebras sufridas, se discutieron y se buscaron mecanismos, en gran parte ineficientes, para la captación de recursos. Fue hasta 1815 y a consecuencia de un desfalco, que el Monte cimentó bases más fuertes para caminar con pasos firmes y seguros hacia su recuperación económica (Baltasar, 1999: 87 y 141).
De 1815 a 1838 se describe un camino escabroso de la institución, pero a pesar de tratarse de años sumamente conflictivos, pasó por un proceso de recuperación. De 1838 a 1868, comparte un proceso de secularización, con un continuo desarrollo en cada una de sus operaciones y oficinas. A finales de la década de los sesenta del siglo XIX se crearon sus primeras cuatro sucursales. El Monte contaba ya con suficientes recursos para continuar su desarrollo y expansión. Los cambios más significativos para su recuperación económica se formularon en ese año y en adelante constituyeron un baluarte ente los cambios y crisis del conflictivo siglo XIX (Baltasar, 1999: 115). A finales de 1836 las gestiones para conseguir nuevas instalaciones habían progresado. En diciembre de ese año, Lucas Alamán, representante del duque de Monteleone, legítimo heredero de Hernán Cortés y dueño del inmueble de los números 7 y 8 de la calle del Empedradillo, realizó la venta (Cabrera, 1993: 59).
Las prácticas de los gobiernos que se sucedieron en la primera mitad del siglo XIX antepusieron los intereses políticos de las diversas administraciones que se alternaban en el poder sobre la función asistencial de la institución que le causó graves consecuencias. Con la restauración de la República, el gobierno de Benito Juárez hizo efectiva la Ley de Secularización de Hospitales y Establecimientos de Beneficencia, expedida desde el 2 de febrero de 1861. Se prohibió el culto divino en el Monte y se suprimieron vocales de la Junta General. Fue entonces cuando la institución tomó el nombre oficial de Nacional Monte de Piedad.
A pesar de los planteamientos radicales del liberalismo, el presidente Juárez hizo posible la vida independiente de los establecimientos de beneficencia al dispensarles especial protección y nombrar para su dirección a personas acreditadas por su probidad y eficiencia administrativa. También expidió diversos decretos y circulares para asegurar que los fondos que aún quedaban en las instituciones dedicadas a obras de asistencia no fueran adjudicadas a otros fines y mantener así la confianza del público y la estabilidad de tales establecimientos. En esta categoría ocupaba un lugar muy destacado el Monte de Piedad (Cabrera, 1993: 67).
En 1876 Antonio Villamil aún se lamentaba del cierre de la Capilla, pero posteriormente fue reabierta y cumplió todas sus funciones y rituales hasta 1929, cuando definitivamente clausuró sus servicios. También el Monte dejó de ser una institución exclusiva de los pobres, pues otros sectores diversos de la sociedad también encontraron una respuesta a sus urgentes necesidades. Los estatutos se elaboraron con la certeza de crear una fundación sólida y protegida. Sin embargo, fueron susceptibles a la violación de sus más altos ministros, quienes a costa de sus fondos se enriquecieron ilícitamente. Otra paradoja es que siendo una institución para beneficio del pobre, sus empleados casi siempre padecieron bajos salarios (Baltazar, 1999: 171 y 185).
La historia de los primeros 135 años de vida del Monte de Piedad (1775-1910), aunque compleja y en muchos casos desarticulada, se define como una lucha continua entre el espíritu e intenciones que alentaron su fundación, esto es la beneficencia privada, y los intereses y políticas implantadas por el Estado y sus diferentes representantes y tendencias. En un segundo momento, que puede ubicarse en el primer medio siglo de la vida independiente del país, la intervención gubernamental en los asuntos del Monte fue definitiva, y se manifestó sobre todo en una multitud de disposiciones, órdenes y decretos (no siempre acertados) que fueron emitidos para normar su funcionamiento; pero, más importante todavía, en la imposición de cuotas, préstamos y exacciones forzosos que sangraron a la institución en aras de las más disímbolas banderas políticas y sus particulares necesidades. Como única defensa posible, el Monte sólo contó la lealtad y el apego de sus autoridades al cumplimiento estricto de los reglamentos propios y de los fines a los que servían y, en algunos casos, también con la capacidad e inventiva de sus directores. El tercer momento lo señala la instauración de poderes políticos estables en México (la República Restaurada y el Porfiriato), que gradualmente empiezan a cobrar conciencia de la importancia que tenían las instituciones de beneficencia y, en particular, el montepío, para una nutrida población urbana de indigentes que sus gobiernos no estaban en posibilidad de auxiliar en forma directa. Por ello, estos regímenes asumen la responsabilidad de proteger, con legislación pertinente y necesaria, la operación normal del establecimiento y vigilar, hasta donde ello es posible, que sus fondos se apliquen efectivamente a los fines previstos. Con esto se coopero en gran medida a que la institución sobreviviera (Cabrera, 1993: 51-52, 57, 59, 67, 179 y 180).
En el siglo XX, los acontecimientos de la Revolución Mexicana implicaron, particularmente entre los años de 1911 y 1916, que el Monte de Piedad recurriera a la adopción de medidas de seguridad para resguardar los bienes, caudales y efectos que tenía en custodia y propiedad para su operación. A partir de 1921 las condiciones se estabilizaron, y si bien es cierto que no puede hablarse de bonanza, también lo es que las penurias de la fase revolucionaria terminaron. El 7 de febrero de 1922 se le reconoció al montepío personalidad jurídica y patrimonio propio, atribuyéndosele el carácter de institución privada. La nueva designación y los cambios de organización interna experimentada le dieron una imagen a la institución propia e independiente (Cabrera, 1993: 81, 82, 85 y 93).
Entre los elementos de modernización que el siglo XX vino a introducir en la secular institución hay que destacar varios rubros, por ejemplo, el de la publicidad, el del remozamiento de los inmuebles, el de la aplicación de los avances tecnológicos al trabajo, el de la adquisición de equipos y servicios nuevos para la seguridad y el bienestar del personal, el de la capacitación de empleados para crear plantas profesionales, y el de la adopción de un carácter de institución privada. Los cambios no hicieron olvidar el justo homenaje a la memoria del fundador (Cabrera, 1993: 87).
En 1985, a solicitud del Nacional Monte de Piedad, la institución fue reestructurada y pasó a incorporarse a la administración pública paraestatal. Esa situación perduró durante cinco años y el Nacional Monte de Piedad recuperó su condición de institución de asistencia privada con personalidad jurídica propia. De acuerdo a Esperanza Cabrera Siles y Patricia Escandón, la relación del montepío con el gobierno 1910 a 1990 se caracteriza por la protección que se brindó al primero (Cabrera, 1993: 175-176 y 181).
A partir de 1994 se inició un programa de rehabilitación financiera que incluyó el descenso de las tasas de interés prendarias que en enero de ese año era de 5.5 %. Las finanzas se sanearon. A mediados de ese año inicio un intenso proceso de capitalización que logró cimentar su patrimonio. El patronato logró rescatar el objetivo principal de esta institución, la tarea asistencial, y otorgó importantes donativos a favor de más de 450 instituciones de asistencia privada. En el resto de la década de los noventas, el Monte de Piedad prosiguió optimizando su política de entrega de donativos. Una decisión importante a mediados de la década de los noventa fue conseguir la consolidación del área de auditoria general, para lo cual el propio Patronato dispuso que diversos despachos de reconocido prestigio nacional e internacional vigilaran, por medio de auditorias externas, el manejo de los recursos y la eficacia de las operaciones. El patronato del Nacional Monte de Piedad inició, en 2001, un programa cuyos objetivos eran identificar oportunidades de mejora y establecer un proceso de renovación institucional desde un enfoque de calidad total. La institución se sometió voluntariamente al escrutinio de la agencia calificadora internacional Standard & Pours. En 2003 las perspectivas de las calificaciones se consideraron estables y reflejaban un bajo riesgo de crédito y su fuerte liquidez y su importante posición en el mercado del préstamo ordinario. Hacia el futuro, el Nacional Monte de Piedad pretende ampliar los estándares de calidad en el proceso prendario comercial, mejorar la estructura de trabajo dirigido al usuario e incorporar prácticas de calidad. A la fecha, funcionan 120 sucursales del Nacional Monte de Piedad en la república mexicana y están por abrirse más en el corto plazo, ya que la meta al cerrar el año 2005 es llegar a 140. Sin demeritar los bienintencionados esfuerzos de instituciones, empresas o fundaciones semejantes, la diferencia con el Nacional Monte de Piedad es simple y llanamente abismal: mientras las compañías e instituciones donan parte de sus ganancias o trabajan en campañas temporales, el Monte de Piedad lo da todo, y, por si no bastara, lo da siempre; ya que ésa seguirá siendo su razón de ser (Calvillo, 2005:192-208).
A pesar de que se han escrito historias institucionales del Nacional Monte de Piedad, aún falta realizar más trabajos de investigación que hagan uso de sus fondos y que se complementen con los de otros archivos relacionados.

Fundación del archivo:

  • Fecha:
  • Norma(s):

Año de apertura al público del archivo:

Existencia de Patronato: No

Existencia de Asociación de Amigos del Archivo: No

Integración en sistema archivístico o red de archivos: No

Supresión del archivo:

  • Fecha:
  • Norma(s):

Contexto cultural y geográfico:

Atribuciones, fuentes legales:

Estructura administrativa del archivo:

Gestión de documentos y política de ingresos:

Edificio:

  • Introducción:
    • Uso exclusivo para funciones archivísticas: No
    • Uso compartido con otras funciones administrativas: No
  • Superficie útil del edificio en metros cuadrados: 0
  • Metros cuadrados de depósito: 0
  • Instalaciones para materiales especiales: No
  • Capacidad total de los depósitos (metros lineales)

    • Metros lineales de estanteria (total): 0
    • Metros lineales estantería fija: 0
    • Metros lineales estantería móvil: 0
    • Metros lineales estantería disponibles: 0
    • Metros lineales estantería ocupados: 0
    • Estimación aproximada en porcentaje: 0
  • Año de construcción de edificio:
  • Año de última reforma:

    Destinado a:

    • Todas las funciones de archivo: No
    • Exclusivamente a depósito: No

Total Edificio(s):

  • Superficie útil total: 0.0
  • Superficie dedicada a depósito: 0.0
  • Metros lineales de estantería disponibles: 0.0
  • Metros lineales de estantería ocupados: 0.0

Documentación:

Metros lineales de documentación: 0

Fecha del documento más reciente:

Fecha del documento más antiguo:

Descripción somera de los fondos:

Fondos y otras colecciones custodiadas:  Ver Cuadro de Clasificación

Instrumentos de descripción, guías y publicaciones:

  • No hay guía del archivo.

Área de Servicios

Sala de investigadores

¿Posee el archivo sala de investigadores? No

Petición anticipada de documentación: No

Observaciones:

Reserva de documentación: No

Observaciones:

Servicio de ayuda a la investigación: No

Observaciones:

Biblioteca Especializada

¿Posee el archivo Biblioteca Especializada? No

Espacios Públicos

Servicios de difusión

¿Dispone de Salón de actos? No

Visitas guiadas: No

Aula didáctica: No

Sala de exposiciones: No

Servicios recreativos

Tienda-Librería: No

Restaurante/cafetería/máquina: No

Observaciones:

Alquiler de espacios para uso de terceros: No

Observaciones:

Servicios de reproducción

¿Existe servicio de reproducción documental? No

Servicios de conservación

Taller de encuadernación: No

Control medioambiental: No

Taller de restauración: No

Laboratorio fotográfico / microfilm: No

Equipamiento

Cámara analógica/digital de captura de imagen fija: No

Aparato lector/reproductor de microformas: No

Equipo de captura/reproducción de imagen en movimiento y sonido: No

Equipo de grabación/audición de registros sonoros: No

Impresora: No

Escáner: No

Nº de Ordenadores de Uso interno:

Funciones informatizadas

¿Forma parte del Sistema Integral de Gestión Archivística Estatal? No

¿Están las funciones informatizadas? No

  • Gestión de usuarios: No
  • Descripción de Fondos: No
  • Porcentaje descrito de forma informatizada:
  • Lenguajes documentales: No
  • Otra Información:

Página Web: No

Portal de difusión archivística: No

Acceso Inventario: No

Porcentaje Aproximado:

Área de Acceso

Horario:

Mañana: No

Tarde: No

Lunes a viernes:

  • Sólo mañana: No
  • Sólo tarde: No
  • Mañana y tarde interrumpido: No
  • Mañana y tarde continuado: No

Sábados, domingos y festivos:

  • Sólo mañana: No
  • Sólo tarde: No
  • Mañana y tarde interrumpido: No
  • Mañana y tarde continuado: No

Horario apertura al público: 9:00 a15:00 y de 16:00 a 18:00 hrs.

Cerrado al público:

Horas de Apertura Semanales en Invierno: 0.0

Horas de Apertura Semanales en Verano: 0.0

Condiciones y requisitos para el uso y acceso:

Restringido: Sí

Especificación del Acceso Restringido: El archivo no está disponible al público.

Acreditación: No

Accesibilidad:

  • Facilidades para personas con discapacidad: No

Área de Control

Identificador de la descripción: 54774

Identificador de la institución:

  • Identificador del centro responsable de la descripción:
  • Usuario Creación:
    • Login:
    • Nombre Apellidos:
  • Usuario Modificación:
    • Login:
    • Nombre Apellidos:

Reglas y convenciones:

Estado de elaboración: Publicado

Nivel de detalle:

Fechas de creación, revisión o eliminación:

  • Fechas de creación:
  • Fechas de modificación:

Lengua y escritura:

Lengua(s):  

Escritura(s):   

Fuentes:

  • Fuente empleada: Baltazar Bedolla, Celia, El Sacro y Real Monte de Piedad de Ánimas: entre la piedad religiosa y el préstamo prendario, Tesis Lic. en Historia, México, ENAH, 1999;

    Cabrera Siles, Esperanza y Patricia Escandón, Historia del Nacional Monte de Piedad, 1775-1993, México, Nacional Monte de Piedad, 1993;

    Cabrera Siles, Esperanza, El Monte de Piedad de México, historia de su origen, desarrollo y subsistencia. 1775-1910, Tesis Lic. en Historia, México, UNAM, 1988;

    Calvillo Velasco, Max, María Cruz García Ramos y Leticia Landin Robles, 'Nacional Monte de Piedad. 230 años de servicio', en Diana López Font (Coord. y diseño editorial), Mil años de servicio, México, Nacional Monte de Piedad, 2005, pp. 147-212;

    Descripción del acervo Archivo Histórico Nacional Monte de Piedad, mecanoescrito, AGN-RNA, s/f. Villamil, Antonio, Memoria histórica del Nacional Monte de Piedad, México, Imprenta Ignacio Escalante, 1877;

    Estatutos Constitucionales con que ha de gobernarse El Sacro Real Monte de Piedad de México, Impresos por acuerdo de Junta Gubernativa, México, Bouligny & Schmidt, 1927;

    Zárate Toscano, Verónica, ¿Reseña de The silver king. The remarkable life of the Count of Regla in Colonial Mexico de Edith Boorstein Courturier¿, en Historia Mexicana, octubre-diciembre, vol. LV, número 2, México, El Colegio de México, 2005, pp. 631-635.

Nota: Elaborado por Leonardo Vega Flores, 2006.

Georreferencia: No



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