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Compañía de Jesús

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Área de Identificación

Código de Referencia: MX.9017.AGN/1.2

Título /Nombre Atribuído: Compañía de Jesús

[f] 01-01-1536 / 31-12-1849

Nivel de Descripción: 1ª División

Área de Contexto

Historia Archivística:

Historia Institucional/Reseña Biográfica: La Compañía de Jesús fue fundada por el soldado vasco Iñigo López de Recalde, más tarde Ignacio de Loyola; reclutó sus primeras fuerzas entre los españoles, y tuvo una importancia primordial en la Contrarreforma que España mantuvo prácticamente sola contra todas las fuerzas protestantes de Europa.

El Papa Paulo III confirmó a la orden el 27 de septiembre de 1539 por la bula Regimini militantis Ecclesiae. Los orígenes de la Compañía de Jesús en la Nueva España se remontan a ciertas peticiones epistolares de algunos personajes novohispanos como Fr. Agustín de la Coruña, Fr. Juan de San Francisco, Fr. Francisco de Toral, Fr. Alonso de Montufar, Vasco de Quiroga y Alonso de Villaseca pidiendo por su presencia, no obstante, por una razón u otra, esas peticiones no obtuvieron el resultado esperado. Sin embargo, será el virrey Martín Enríquez, la Audiencia de México, la ciudad, así como el inquisidor Pedro Moya de Contreras, Villaseca y otros particulares quienes escribirán al rey Felipe II rogando por el envío de religiosos de la Compañía. Éste accede, y mediante una carta fechada en marzo de 1571 dirigida al Padre General de la orden, manda que se elijan a doce religiosos para ``que allí se plante y funde la dicha orden, con que esperamos será nuestro Señor servido por el bien común que de ello redundará en la conversión y doctrina de los dichos indios``, aunque, finalmente serán dieciséis los jesuitas seleccionados para pasar a la Nueva España. Así las cosas, zarpan del puerto de San Lucar de Barrameda el 13 de junio de 1572 los quince primeros religiosos de la Compañía (el dieciseisavo recibió orden de adelantarse a México y preparar la entrada de la expedición) quienes llegaron a San Juan de Ulúa el 9 de septiembre de 1572. La Compañía de Jesús al igual que las antiguas ordenes (franciscanos, dominicos y agustinos) hacían voto de pobreza, de castidad y de obediencia, pero se distinguía de las otras ordenes religiosas por el llamado cuarto voto que consistía en una especial obediencia al Sumo Pontífice en lo referente a misiones. Las funciones o ministerios de la Compañía no tienen más objetivo que buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas, aunque éstos estrictamente se dividen en tres clases. Los ministerios propiamente sacerdotales que incluían la predicación del dogma y la moral, la administración de los sacramentos, las misiones de infieles, y cargos o funciones de las exclusivamente parroquiales aunque sólo accidentalmente y mediante especial dispensa generalicia; los ministerios relativos a la educación de la juventud, es decir, la formación de la inteligencia de los jóvenes en estudios mayores y menores además de la sólida práctica de la virtud, fundando para ello colegios y convictorios; y por último el tercer ministerio que consistía en escribir y publicar obras de todo género para provecho espiritual de las almas. Por otro lado, respecto a la organización de los jesuitas, éstos se agrupan en Provincias, las cuales a su vez y para efectos de dirección generalicia se reúnen en Asistencias, siendo la igualdad o semejanza de lenguas dominantes en los territorios provinciales el criterio para su formación. Las Provincias tienen casas profesas destinadas principalmente para los profesos de cuarto voto, ahí mismo se ejercitan en sus ministerios sacerdotales. Están bajo el mando de un Prepósito nombrado por el General de la orden. También tienen casas de probación y formación para los miembros de la orden, llamadas respectivamente noviciados y juniorados o colegios máximos, gobernados por rectores. Para la instrucción de la juventud tiene la Compañía colegios y seminarios también gobernados por rectores nombrados por el General y excepcionalmente por vicerrectores nombrados por el Prepósito Provincial. Aparte de estas casas hallamos las residencias dentro o fuera de misión, que, cuando no pueden vivir según las normas de la casa profesa o adheridas a algún colegio, son gobernadas por un Superior nombrado por el Provincial. Una vez concluido el periodo de formación, la Compañía de Jesús divide a sus miembros en tres clases: la de los profesos ligados a la orden con votos canónicamente solemnes; éstos propiamente conforman el cuerpo de la Compañía, además tienen que haber recibido virtualmente, el grado de doctor en teología, y son los únicos aptos para los cargos máximos de la orden. El segundo grupo lo forman los coadjuntores espirituales, sacerdotes ligados con votos simples aunque perpetuos, que por su virtud y ciencia, se consideran hábiles para los ministerios de la Compañía y para el mismo gobierno de las casas. Y finalmente los coadjuntores temporales que no siendo sacerdotes, ni teniendo estudios, ayudan a sus hermanos en lo temporal. Refiriéndonos concretamente a la labor y obra de los jesuitas en México es menester distinguir dos grandes pilares en su accionar, el educativo y el misional. Por lo que toca al ramo educacional, en nuestro país existía un vacío enorme; no existían colegios ni seminarios y mucho menos maestros para formar un clero nacional instruido; no había ni un seminario tridentino en todo el país y mucho menos colegio para la educación de la juventud criolla. Ese fue el notorio vacío que vinieron a llenar los afamados miembros de la Compañía, ellos transformarían el ramo de la enseñanza en todas las ciudades del país. Los jesuitas establecieron un sinnúmero de instituciones educativas, entre otros podemos mencionar los siguientes colegios: El colegio máximo de san Pedro y san Pablo, el colegio de san Gregorio, el colegio del Espíritu Santo, el colegio de san Idelfonso y el colegio de san Javier en Puebla, el colegio de Tepotzotlán, el colegio de Guadalajara, el colegio de Valladolid, el colegio de Pátzcuaro, el colegio de Querétaro, el colegio de Zacatecas, el colegio de Oaxaca, el colegio de León, el colegio de Durango, el colegio de Guanajuato, el colegio de San Luis Potosí, el colegio de Veracruz, el colegio de Mérida, el colegio de Chiapas, el colegio de Celaya, el colegio de Chihuahua, el colegio de Parral, el colegio de Campeche, y el colegio de Monterrey. Como podemos observar los colegios que la Compañía fundó e instaló cubrieron en su mayoría la superficie del país. En cuanto a las cátedras impartidas, éstas eran la de la Sagrada Escritura, la de Moral, la de Derecho Canónico, la de Teología, la de Filosofía, la de Retórica, la de Poesía, la de Gramática y la de Lenguas Indígenas. Así, fundar un establecimiento educativo - sobre todo en los primeros años de su llegada - representaba un arduo trabajo para los jesuitas. Éstos no podían iniciar una fundación sin una previa donación, por ello recurrieron a la solicitud de donantes particulares entre los personajes más pudientes de la sociedad novohispana. Las donaciones podían ser en numerario o en especie. Generalmente les era donado el terreno donde se ubicaría el futuro establecimiento, así como los medios para su fábrica (construcción). También por donación se dotaba al establecimiento de sus muebles y accesorios tanto para la actividad educativa como para el ministerio religioso. Finalmente se instituían ``becas`` para los futuros educandos, ellas para su manutención y sueldos para la de los profesores. Es necesario recordar que la enseñanza que se impartía en esos colegios era gratuita absolutamente, además de que a diferencia de otras ordenes no recibían limosna ni estipendio alguno por el ejercicio de los ministerios espirituales; sabemos por tanto, que el estado pecuniario de la Provincia en estas primeras décadas desde su llegada era en general de gran pobreza. No obstante, los donantes particulares solían dotar a los colegios de rentas derivadas de propiedades productivas como haciendas, estancias de ganado, ranchos e incluso de trapiches, cuyos frutos y rentas eran percibidos por el colegio al cual se había hecho la donación. Respecto a la labor misional, de sobra era conocido el principal ministerio de los jesuitas; la conversión y civilización de los indios infieles, sin embargo, en apariencia estos no se ocupaban de la evangelización, por lo que hubieron algunas quejas de religiosos en el sentido de que los jesuitas no observaban el primer y fundamental objeto de su venida a estas tierras. No obstante, la Compañía en verdad se había ocupado seriamente de este negocio, pero se les presentaban obstáculos insalvables en estos primeros tiempos desde su arribo. Uno de ellos era la multiplicidad de idiomas, por ello los superiores de la Compañía insistían tanto en el aprendizaje de lenguas indígenas. Escuela de lenguas era Tepotzotlán, y escuela de lenguas hubo en todos los colegios y por si no bastara el celo demostrado en este asunto, se dio orden estricta por ultimo de que ninguno recibiese órdenes sagradas, sin antes saber alguna de las lenguas nativas del país. Además del idioma, había otro inconveniente indiscutible para la expansión misional de la orden; su reducido número. En 1590 no había más que 200 inscritos en la Provincia, y de ellos había que restar unos 50 destinados para las Filipinas. Aunado a ello los jesuitas tenían su propio plan de acción que podemos caracterizar en tres pasos. Primero, organización de la Provincia; segundo, fundación de colegios y seminarios; y tercero, evangelización y conversión de los indios. De esta manera, los estados modernos que evangelizaron y cristianizaron los jesuitas fueron la parte norte de Nayarit, la mayor parte de Durango (incluyendo Parras), toda la sierra de Chihuahua, el norte de Sinaloa, todo Sonora hasta el río Gila y la península de California, y fuera de esta zona fundaron también una misión en San Luis de la Paz. Sin embargo, las misiones evangelizadoras de la Compañía las podemos agrupar como sigue: Misión de San Luis de la Paz (1594); establecida en Guanajuato, aunque no hubo una misión propiamente hablando, sino una reducción, en la ciudad y contornos, de otomíes o chichimecas que se iban trayendo a poblar. Misión de Sinaloa (1591); fue la primera que emprendieron los jesuitas entre pueblos norteños, abarcó todo el norte del actual estado de Sinaloa y particularmente las cuencas inferiores de los ríos Mocorito, Sinaloa y del Fuerte. Posteriormente se le agregó el distrito de Badiraguato en el río Humaya (antes en la misión de Topia). Misión de Tepehuanes (1596); ocupaba esta etnia, a la fecha de la conquista, toda la parte oriental de la Sierra Madre del Pacífico, desde el Parral hasta el distrito de Bolaños (Colotlán y Chimatlán) donde tomaban el nombre de Tepecanos, en Jalisco. Misión de Parras o de la Laguna (1598); comprendía toda la cuenca inferior del río Nazas y la Laguna de San Pedro donde este río desemboca, con todo el valle de Parras y Viesca al suroeste del presente estado de Coahuila. Extendióse después al norte, más allá del desierto, a alguna etnia que llamaron Coahuilas por el rumbo del presente pueblo de Cuatro Ciénegas. Misiones de Acaxees y Xiximíes (1598); las llamadas misiones Santa Cruz de Topia, San Andrés (Acaxees) y Xiximíes están situadas al oeste del estado de Durango, desde donde empieza la vertiente del Pacífico hasta las faldas de la Sierra Madre que pertenecen a Sinaloa. Colindan, al noreste con la misión de Tepehuanes y al norte con la de Sinaloa, extendiéndose al sur hasta el río Piaxtla. Comprende, pues, la cuenca superior de tres ríos que van a desembocar al Pacífico: al norte el río Culiacán, con sus afluentes el Humaya y el Tamazula, en el centro el río de San Lorenzo o de los Remedios y al sur el río Piaxtla. Misión de la Tarahumara Baja (1607); habita esta etnia casi toda la vertiente oriental de la Sierra Madre que divide el moderno estado de Sonora del de Chihuahua en que se hallan todas las antiguas misiones de Tarahumares. Misión de Sonora (1614); abarcan toda la cuenca media del río Yaqui y de sus afluentes, teniendo por límites al este la sierra de la Tarahumara, al norte la sierra fronteriza con los EU. y al poniente los ríos de Sonora y de San Miguel que se juntan con Hermosillo. Misión de Chínipas (1621); casi todo su territorio estaba comprendido en los cuatro distritos modernos del suroeste de Chihuahua, que colindan con Sonora y Sinaloa: Rayón, Arteaga, Andrés del Río y Mina. La región forma una inmensa concha, rodeada de altísimas montañas y barrancas, cuya única salida son el río Mayo al norte y el río Fuerte por Sinaloa. Misión de la Tarahumara Alta (1673); se ubicaba entre las cumbres de la Sierra Madre de Chihuahua, habitadas por los Chínipas y Tarahumares Altos. Todas las autoridades del país estaban a la fecha de acuerdo en la necesidad de acabar con este foco de gentilidad y de barbarie, que amenazaba constantemente los pueblos de nuevos cristianos fundados de cada lado con tantos trabajos. Aquellas ásperas montañas donde nacen los ríos Yaqui, Mayo, Fuerte y Conchos eran además refugio de todos los renegados y descontentos de la región. Misión de la California (1697); se localizaba en la península del mismo nombre, situada frente a las costas de Sonora y Sinaloa Misión del Nayarit (1716); llamábase Gran Nayar a una sierra inaccesible entre los actuales estados de Nayarit, Zacatecas y Durango. Ni los mismos españoles se habían dado cuenta de que esta zona estaba habitada y de que era un centro de idolatría, hasta que, en el año de 1616, vieron que servía de refugio a los Tepehuanes de Durango. Por otra parte, aunque una fundación misionera era un proceso largo y gradual, que implicaba labores tanto de evangelización como actividades conducentes a una vida sujeta en policía, para fundar un pueblo-misión se solían observar un cierto numero de pasos que comprendían los siguientes: 1) Se erige una cruz y se le rinde veneración; 2) Se toma posesión en nombre del rey arrancando la rama de un árbol y diciendo unas palabras a los presentes; 3) Se toma posesión en nombre de Dios y de la Iglesia, predicando al pueblo y celebrando la misa; 4) Se hacen tronar los arcabuces; 5) Se señala sitio y se prepara el terreno para la Iglesia, que primero será un jacal de enramada y luego se hará de adobe, piedra o madera; 6) Se señalan los linderos para cada parcialidad o barrio y se hace la traza del pueblo; 7) Se da advocación a santo titular y patrono de la iglesia, que dará nombre a todo el poblado, y 8) Se da un plazo para que se haga el traslado de la población y se empiecen a construir las casas y otros edificios y se anuncia la posterior visita de la autoridad novohispana. La razón que daban los misioneros para obligar a los indios a vivir así era que sólo de esta manera se les podría administrar, visitar, doctrinar y convertir, y que ésta era la única forma de vida ``en policía y cristiandad``. La forma antigua de tener sus habitaciones en las cuevas y picos, o viviendo todos desperdigados y distantes era propia de los animales salvajes y favorecía el que vivieran sin ley, sin rey y sin Dios; era el campo propicio para sus depravadas costumbres, para sus cultos idolátricos al demonio y para su libertinaje. Por lo que se refiere al financiamiento de las misiones, la forma más común dependía del sínodo o asignación anual que proporcionaba el rey a cada misionero de las arcas de la real hacienda. Con esa limosna tenían que mantenerse a sí mismos, proveer a lo que requerían sus iglesias y ver por el mejoramiento material de los indios. Algunas misiones, como las de Baja California y algunas de Sonora, gozaban de una ``fundación`` hecha por un bienhechor. Consistía en una cantidad que puesta a censo o a rédito daba una cantidad anual, con la que se mantenía tal o cual misión. En otros casos el fundador donaba una finca, con cuyos productos anuales se sostenía alguna misión. Además hay que tomar en cuenta que, con el tiempo, algunas misiones fueron adquiriendo tierras, compradas a los indios o donadas por ellos como ``bienes de comunidad``, destinadas a la siembra para el mantenimiento de todos los de una misión. A veces los excedentes se vendían y con sus ganancias se adquirían animales para el trabajo o para el consumo. También, sobre todo cuando se iniciaba una nueva misión, las misiones antiguas ayudaban a la consolidación de las recientes aportando ganado, instrumentos de labranza y objetos para el culto. El 27 de febrero de 1767 fue firmada la orden de expulsión de los jesuitas de los dominios del rey de España. El mandato de expulsión fue comunicado al conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, para su ejecución el 1º de marzo del mismo año. La orden fue cumplida por la noche simultáneamente en toda España sin dar a los jesuitas ocasión para replicar pues se procedió por sorpresa. En América no se realizó simultáneamente, y a la Nueva España correspondió la noche del 25 de junio del susodicho año. Cuando los jesuitas fueron expulsados de España, los reinos de Nápoles y Parma - gobernados por Borbones - siguieron su ejemplo y hacia 1769 todas las cortes borbónicas enviaron embajadores al Papa para que éste, de grado o por fuerza, disolviera la Compañía. El día 21 de julio de 1773, Clemente XIV expidió una bula solemne en que se declaraba suprimida para siempre la Compañía de Jesús. A la Nueva España llegaron documentos remitidos por el conde de Aranda, y que el virrey marqués de Croix hizo circular a todas las autoridades civiles y militares. Entre estos documentos se hallaba una Real Cédula que a la letra decía: ``Os revisto de toda mi autoridad y de todo mi real poder, para que inmediatamente os dirijáis a mano armada a la casa de los jesuitas. ``Os apoderaréis de todas sus personas y los remitiréis como prisioneros en el término de veinticuatro horas al puerto de Veracruz. Allí serán embarcados en buques destinados al efecto. ``En el momento mismo de la ejecución haréis que se sellen los archivos de las casas y los papeles de los individuos, sin permitir a ninguno de ellos llevar consigo otra cosa que sus libros de rezo y la ropa absolutamente indispensable para la travesía. Si después del embarque quedare en ese distrito un solo jesuita aunque fuese enfermo o moribundo, seréis castigado con pena de la vida.- Yo el Rey`` La Provincia de los jesuitas de la Nueva España tenía 678 individuos al efectuarse la expulsión, y solo quince de ellos quedaron exceptuados del extrañamiento, por imposibilidad física absoluta, no prevista en el decreto. El traslado de un número tan crecido de personas no fue sencillo. Casi dos años fueron necesarios para que los jesuitas de México pasaran a Italia, y en el penoso viaje murieron 101, de los cuales 34 fueron víctimas del vómito en Veracruz. En general, no hubo oposición alguna a la inesperada medida, excepto algunos motines esporádicos como los de Guanajuato, San Luis Potosí, Valladolid y Pátzcuaro. Sin embargo, ésta tuvo sus costos y de los breves levantamientos suscitados por la expulsión se ahorcaron 85 personas, se azotaron 75, se condenaron a presidio a 664 y 110 a destierro (sin incluir este número a sus familias). Tras la expulsión de los padres de la Compañía de Jesús en 1767 las autoridades novohispanas hallaron un cúmulo de bienes y propiedades dejados por estos - recordemos que a los expulsos sólo se les permitió llevar al exilio más que ropa para el viaje y sus libros de rezo - amén de múltiples negocios y diligencias de los cuales conocían y administraban los regulares de la Compañía. Pero conociendo un poco las Constituciones de la Compañía, sabemos que sus bienes, sean cuales fueran, no formaban un capital único en manos del padre General o del padre Provincial, sino que cada casa era económicamente independiente y que así, hubo casas ricas y casas pobres sin que esto se pudiera remediar por el superior gobierno jesuita. Por ello y para ello se crearon distintos órganos para poder normar y sobre todo administrar los distintos asuntos derivados de lo que se dio en llamar Temporalidades. Bajo ese nombre se agrupaban toda la gama de asuntos, bienes y negocios inherentes a los jesuitas de la Provincia de Nueva España. Ellos conocían no sólo de asuntos con carácter espiritual sino también temporal, (incluso los padres de la Compañía eran reconocidos como diligentes y eficaces administradores) por lo que después de su expulsión comenzaron a llamarse temporalidades. Así fue como se gestó la Dirección General de Temporalidades (después llamada oficina) que era el órgano máximo que conocía de éstas. Sin embargo, a la par de ésta fueron creados otros órganos para coadyuvar en las tareas conferidas a esta dirección. De esta manera se crearon una Tesorería de Bienes Ocupados; que fungía como depositaria propiamente de bienes (alhajas, ornamentos, cuadros) y del numerario generado por diversas propiedades ex jesuitas (rentas de inmuebles, réditos, dinero del remate y venta de propiedades), y una Contaduría General; que observaba y regulaba el manejo de caudales, por ejemplo, ella daba razón de los productos y gastos de determinada finca: cantidad producida, excedentes, sueldos, mantenimientos, reparaciones, etc. Aunados a estos órganos también nacieron varios tipos de juntas como la Junta Superior de Aplicaciones de Temporalidades, la Junta Provincial de Aplicaciones, las Juntas Subalternas (de carácter local) y las Juntas Municipales; todas ellas conocían de las aplicaciones y destinos que se hiciesen de las casas, colegios, residencias y misiones, no obstante, también se encargaban del destino de bienes distintos a los inmuebles como de ornamentos del culto, muebles, utensilios, libros, etc., por consiguiente estas juntas sancionaban la transferencia de bienes a otras ordenes o instituciones. Sin embargo, tanto el grupo documental de Temporalidades como el grupo documental llamado Cuentas están estrechamente vinculados. Ambos consignan operaciones mercantiles como inventarios, avalúos, remates, donaciones testamentarias, revocaciones de las mismas, réditos, deudas, etc. No obstante lo anterior, podemos precisar al grupo documental Cuentas como el que se refiere a la administración, manejo y cobranza del caudal de Temporalidades y sus rentas. Específicamente ahí encontramos entre otras, cuentas de los administradores como cuadernos del estado, gasto, gravámenes y productos que tienen las haciendas. Bibliografía Alegre, Francisco Javier, S. J., Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, Roma, Institutum Historicum S. J., 1956, pp. 100-104, 114, 116. Cuevas, Mariano, S. J., Historia de la Iglesia en México, México, Imprenta del Asilo ``Patricio Sanz``, 1922, pp. 321-324, 327, 329-333, 341, 342, 373, 374, 378, 392. Decorme, Gerard, S. J., La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial 1572-1767, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e hijos, 1941, pp. XII, XIII, 5, 6, 142, 370, 439-456, (Tomo I), VII, 8, 13, 17, 41, 89, 147, 213, 247, 283, (Tomo II). González Rodríguez, Luis, El noroeste novohispano en la época colonial, México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 1993, pp. 176, 177, 219-223. Rico González, Víctor, Documentos sobre la expulsión de los jesuitas y ocupación de sus temporalidades en Nueva España (1772-1783), México, Instituto de Historia, UNAM, 1949, pp. 1, 3, 6, 7, 9, 27, 29, 81-88, 92-99. Rodríguez, Luis Ángel, Carlos III. El rey católico que decretó la expulsión de los jesuitas, México, Editorial Hispano Mexicana, 1944, pp. 131-166.

Forma de Ingreso: OTROS

Observaciones del Ingreso:

Nombre del/los productor/es:

Área de Contenido y Estructura

Alcance y Contenido: Productores: Escribanos Reales y Públicos, Colegios, Obispos, Conventos, Administrador General, Dirección de Bienes Confiscados, Contador General, Oficina General de Temporalidades.
Para la serie Jesuitas existe información sobre las cartas annuas, estados financieros, escrituras de fundaciones y donaciones, relaciones de fletes y diversos efectos, autorizaciones para pedir limosnas, obtener medicinas, vino y aceites, informes de la administración general de los colegios y de las propiedades que les pertenecían: haciendas, ranchos, molinos, trapiches, ingenios, minas, fincas rurales y urbanas. Información de los colegios de San Andrés, San Gregorio, Espíritu Santo, San Ignacio, Real Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, San Juan Bautista, del Seminario de San Javier y de las Casas de Estudio de Pátzcuaro, Morelia, Oaxaca, Veracruz y Tepotzotlán; así como de las haciendas y ranchos en el Arzobispado de México y en los obispados de Puebla, Oaxaca, Valladolid, Guadalajara y Durango. Inventarios de los bienes pertenecientes a las misiones, informes de las administraciones de las misiones fundadas en Guanajuato, Parras, Tepehuana, Región Acaxee-xiximí, Sinaloa, Ostimuri, Primerias Alta y Baja, Sonora, Tarahumara Alta y Baja, Baja California y Nayarit. Información acerca de limpieza de sangre, registro y venta de minas, graduaciones de religiosos, litigios con particulares y con autoridades eclesiásticas. Se encuentran cartas poder para compra y venta de esclavos, lista de aspirantes a ingresar a la compañía, certificaciones de bautismo, bulas y breves papales. En el caso de la serie jesuitas Cuentas (65), las cuentas de las Temporalidades de la Compañía de Jesús comprenden cargos en las cantidades de pesos, piezas de plata, oro labrado, alhajas existentes y recibidas en calidad de depósito e índices de las comprobaciones de las cuentas del caudal de temporalidades. Destacan por su regularidad las datas de los depósitos, sueldos y gastos de la Dirección de Temporalidades, así como los pagos de los réditos que producían las obras pías y los libramientos por alimentos y pensiones de los jesuitas expatriados. Información acerca de las nóminas correspondientes a los sueldos de los empleados de la dirección, contaduría, tesorería y administración general de los bienes ocupados a los jesuitas, de igual forma sobre las cantidades enteradas en la Tesorería General de bienes confiscados. Documentos que testimonian las cuentas de las cantidades enteradas por los colegios de San Gregorio, San Ildefonso, San Pedro y San Pablo y de las Casas de Estudio de Pátzcuaro y Tepotzotlán en la Tesorería General de Temporalidades.

Valoración, Selección, Eliminación:

Nuevos Ingresos: No se esperan nuevos ingresos

Organización: Jesuitas está organizado numéricamente y Jesuitas Cuentas esta organizado cronológicamente

Área de Condiciones de Acceso y Utilización

Condiciones de Acceso: El acceso a éste fondo está sujeto a lo dispuesto en la siguiente normatividad: Disposiciones para la Consulta de los Acervos Documentales publicadas en: www.agn.gob.mx

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Lengua/escritura(s) de los Documentos:

Características Físicas y Requisitos Técnicos:

Estado Conservación: ---

Observaciones Conservación:

Índices de Descripción:

Instrumentos de Descripción:

  • Índice del Ramo de Jesuitas Cuentas, Relativo al Ramo de Temporalidades. (Inédito) U.D.: Volumen. P.C.: Volumen 1 al 8.
  • Jesuitas Cuentas en Base de Datos (2002). U.D.: Expediente. P.C.: Volumen 1 al 8.
  • Villaseñor, Roberto, Catálogo del Grupo Documental Jesuitas. (Inédito) U. D.: Expediente. P. C.: Volumen 1 al 36
  • Marley, David. Guía del Ramo Jesuitas. (Inédito) U. D.: Volumen. P. C.: Volumen 37 al 110.
  • Marley, David. Fuentes para el Estudio de Jesuitas en el Archivo Histórico de Hacienda. U. D.: Volumen. P. C.: Volumen II-2 0211 (Discontinuo).
  • Inventario de Control del Grupo Documental Jesuitas. (Inédito) U. D.: Volumen. P. C.: Volumen 1 a 262. - ``Jesuitas`` en Argena Base de Datos, Documentos Coloniales. U. D.: Expediente. - ``Jesuitas`` en Argena Base deDatos II. U. D.: Expediente

Área de Documentación Asociada

Existencia y Localización de los Originales:

Existencia y Localización de las Copias:

Unidades Relacionadas por Procedencia: Archivo General de la Nación: Archivo Histórico de Hacienda (8), Californias (17), Capellanías (19),Cárceles y Presidios (20), Censos (22), Clero Regular y Secular (24), Colegios (26), Jesuitas (64), Jesuitas: Cuentas (65), Misiones (74), Obras Pías (76), Provincias Internas (92), Real Acuerdo (94), Real Hacienda (98), Real Junta (99), Reales Ordenes (101), Temporalidades (109), Tierras (110) y Universidad (114).

Otras Unidades Relacionadas:

Notas de Publicaciones:

  • - Cuevas Mariano. Tesoros Documentales de México, Siglo XVIII. México. Galatea. 1944. 405 pp. - Chiabo, María. Catálogo de Documentos Latinos del Fondo Jesuítico del AGN. México. Universidad Nacional Autonómo de México. 1987. 143 pp. - González de Cosio, Francisco. Crónicas de la Compañía de Jesús en la Nueva España. México. Universidad Nacional Autónoma de México. 1957. 257 pp. - Lara Cisneros, Gerardo. El Cristianismo en el Espejo Indígena. México. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes - Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2002. 257 pp. - Piccolo Francisco María. Informe del estudio de la Nueva Cristiandad de California, 1702 y otros documentos. México. Porrúa. 1962. 481 pp. - Relación de la Venida de los de la Compañía de Jesús a la Nueva España. México. Archivo Histórico de Hacienda. 1945. 254 pp. - Rico González, Víctor. Documentos sobre la Expulsión de los Jesuitas u Ocupación de sus Temporalidades en Nueva España: 1772-1783. México. Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. 1949. 254 pp. - Rodriguez, Luis Ángel. Carlos III. Rey Católico que Decretó la Expulsión de los Jesuitas. México. Hispano Mexicana. 1994. 211 pp. - Universidad Nacional Autónoma de México. Documentos para la Historia de la Cultura en México; Una Biblioteca del Siglo XVIII. Catálogo de Libros Expurgados a los Jesuitas en el Siglo XVIII. México. Universidad Nacional Autónoma de México. 1947. 187 pp.

Área de Notas y Control

Notas:

Control de la Descripción - Notas del Archivero:

Control de la Descripción - Reglas o Normas:

Volumen y soporte

  • 36 Metro(s) lineal(es)
    • 282 volúmenes (36.72 metros lineales)


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